Fantasmas del pasado
Hacía mucho tiempo que no me cruzaba con él. Yo iba en un autobús de transporte público. En la distancia vi a Mariano. Mejor dicho vi lo que parecía su autobús. Mariano es el conductor que me llevaba en ruta al colegio cuando era pequeño.
Hace casi quince años que no monto en ese autobús pero todavía lo recuerdo. Recuerdo los colores y el dibujo del exterior, los asientos, los ceniceros... También recuerdo el día en el que Mariano trajo por primera vez su autobús. Flamante, con todos los extras de la época y ese olor tan peculiar que tienen los coches nuevos. Ayer ese autobús no era más que un fantasma del que fue en otro tiempo. Un reflejo en un charco sucio de su glorioso pasado.
Lo mismo ha ocurrido con Mariano. Al cruzarse el autobús en el que iba yo con el suyo miré hacia el asiento del conductor. Allí estaba él pero no era la misma persona. Era una versión decrépita de Mariano, la misma cara pero con las marcas de la edad, el mismo pelo pero teñido de un gris gastado y viejo, los mismos ojos pero con una mirada cansada que ya lo ha visto todo. Él no me recuerda pero me miró y sonrió. Quizá fuera escuchando algo gracioso en la radio o quizá fuera una simple sonrisa de un viejo afable. Fue como si supiera que iba a escribir esto de él y quisiera dejarme una buena imagen.
¿Que quiero decir con todo esto? ¿Cual es la moraleja? No lo se, ¿Tiene que haber alguna? Tanto Mariano como su autobús se han quedado anticuados, viejos y cada vez más inútiles. Otros los sustituirán y el ciclo continuará. Con el tiempo alguien pensará lo mismo al verme a mi. Y a ti también.
Hace casi quince años que no monto en ese autobús pero todavía lo recuerdo. Recuerdo los colores y el dibujo del exterior, los asientos, los ceniceros... También recuerdo el día en el que Mariano trajo por primera vez su autobús. Flamante, con todos los extras de la época y ese olor tan peculiar que tienen los coches nuevos. Ayer ese autobús no era más que un fantasma del que fue en otro tiempo. Un reflejo en un charco sucio de su glorioso pasado.
Lo mismo ha ocurrido con Mariano. Al cruzarse el autobús en el que iba yo con el suyo miré hacia el asiento del conductor. Allí estaba él pero no era la misma persona. Era una versión decrépita de Mariano, la misma cara pero con las marcas de la edad, el mismo pelo pero teñido de un gris gastado y viejo, los mismos ojos pero con una mirada cansada que ya lo ha visto todo. Él no me recuerda pero me miró y sonrió. Quizá fuera escuchando algo gracioso en la radio o quizá fuera una simple sonrisa de un viejo afable. Fue como si supiera que iba a escribir esto de él y quisiera dejarme una buena imagen.
¿Que quiero decir con todo esto? ¿Cual es la moraleja? No lo se, ¿Tiene que haber alguna? Tanto Mariano como su autobús se han quedado anticuados, viejos y cada vez más inútiles. Otros los sustituirán y el ciclo continuará. Con el tiempo alguien pensará lo mismo al verme a mi. Y a ti también.
